Jairo

Él estaba condenado
a noche y farra perpetua
a mujeres que se venden
y amigos que no se entregan
a compartir las penurias
de todas las copas viejas
a jugarse el corazón
en engañosas ruletas

Él estaba condenado
a la noche y las ojeras
a volver de madrugada
por tambaleantes veredas

Pero él tenía su puerto
y se llamaba María
era un puerto dulce y tierno
sin reproches y sin quejas

Con sabor a comprensión
a soledad sin tristezas
al amor que no se vende
al amor que no se piensa

Pero él tenía su puerto
y aunque nunca amarró en ella
noche a noche regresaba
y ella esperaba despierta

María es un puerto de tranquilidad
servirá el café y no preguntará
María es un puerto de tranquilidad
servirá el café y no preguntará

Pero un día echó raíces
el día que se dio cuenta
que la noche lo engañaba
vestida siempre de fiesta

Con disfraz de pesadilla
muy ajada y macilenta
la noche al verlo alejarse
apagó su última estrella

Y él con el alma cansada
le dijo adiós a la juerga
y corrió para amarrar
para siempre en brazos de ella

Y sintió que la ansiedad
le cosquilleaba en las venas
pensando que al regresar
ella esperaba despierta

Y cuando llegó a su lado
no hubo palabras ni escenas
sólo una honda mirada
y el amor prendido de ella

Con sabor a comprensión
a soledad sin tristeza
al amor que no se vende
al amor que no se piensa

María es un puerto de tranquilidad
servirá el café y no preguntará
María es un puerto de tranquilidad
servirá el café y no preguntará.