Flavia Palmiero

Tempranito, tempranito,
yo me puedo despertar.
Ni bien salgo de la cama,
me voy a lavar la cara y quiero desayunar.

Pero todas las mañanas,
algo me hace enojar.
Levantarme no me cuesta,
lo que siempre me molesta, es ese ruido infernal.

Pero les pido por favor!
Por favor!

Apaguen el despertador, por favor,
que no lo quiero escuchar más, nunca más.
Apaguen el despertador, por favor,
les pido que lo apaguen, que lo apaguen,
porque no lo quiero escuchar.

Para no seguir durmiendo,
a mi papá se le ocurrió
hacerlo sonar más fuerte,
eso sí que es mala suerte, en la olla lo metió.

A pesar de todo esto,
una noche se rompió.
Él llegó tarde al trabajo,
desde entonces, por si acaso, siempre está poniendo dos.

Les pido por favor!
Por favor!

Apaguen el despertador, por favor,
que no lo quiero escuchar más, nunca más.
Apaguen el despertador, por favor,
les pido que lo apaguen, que lo apaguen,
porque no lo quiero escuchar.
Apaguen el despertador, por favor,
que no lo quiero escuchar más, nunca más.
Apaguen el despertador, por favor,
les pido que lo apaguen, que lo apaguen,
porque no lo quiero escuchar más.