Amaia Montero

Me equivoqué al dejar mis huellas
donde no he sido feliz,
me equivoqué al hacer las cuentas
sin tenerme en cuenta a mí.

Cuando hice daño por las malas,
cuando no dije que no,
me equivoqué al tirar las armas
cuando iba ganando yo.

Me equivoqué al dejar la fiesta,
le di llaves al ladrón,
jugaba a ser la oveja negra
y a no aprender la lección.

Cuando saltaba un aro en llamas
por no herir al domador,
cuando el tramposo volvió a casa
y le di la absolución.

Cuando me di la espalda,
cuando no dije nada,
cuando fui una ciudad sin ley,
una amazona a pie.
La piedra en el camino,
un sol muerto de frío,
la que cuando todo se hundió,
lo usó de munición.

Me equivoqué al no ser la otra,
gané en todo lo demás,
cuando una vez guardé la ropa
que me ibas a quitar.

Al no dar la última calada
delante del pelotón,
cuando por no tener dos caras
me las partieron las dos.

Benditos sean los errores,
las duchas frías, la medicina del mal de amores,
la cuesta abajo, el paso en falso,
los golpes que te enseñan a saber caer.

También la poesía de las derrotas,
la vida en ruinas bajo la ropa,
lo que le escondes a los relojes,
las noches que no acaban al amanecer.

Cuando me di la espalda,
cuando no dije nada,
cuando fui una ciudad sin ley,
una amazona a pie.
La piedra en el camino,
un sol muerto de frío,
la que cuando todo se hundió,
lo usó de munición.

La que se dio la espalda,
la que no dijo nada,
la que fue una ciudad sin ley,
fue una amazona a pie.
La piedra en el camino,
un sol muerto de frío,
la que cuando todo se hundió,
lo usó de munición.

Ni soy, ni fui
de las que sólo abrazan si es con chaleco antibalas,
ni la pirata que sólo viajaba en barcos de papel.