Artista

Los Fabulosos Cadillacs

SOLO Y JUAN... CAP. 7, 8 Y 9

"La Salvación de Solo y Juan" es el cuento que incluye el nuevo álbum de Los Fabulosos Cadillacs.

LA SALVACIÓN DE SOLO Y JUAN



7. EL BACHILLER

Con empleo fijo, Juan decidió abandonar a la tía y los hermanos Clementi se mudaron a Tigre. Trabajando duro a veces hasta en domingo, instó a su hermano a terminar el bachillerato, pero la personalidad de Solo se configuraba en la de un chico inconforme, aunque extremadamente sensible, y ya comenzaba a percibir lo podrido de ese mundo que lo tachaba de raro. Por ello prefería aislarse días enteros, garabateando poemas malos.
-Nosotros somos los olvidados –solía decir, refiriéndose a su generación.
Con los impulsos brotándole por los poros, Solo despertó una mañana y sin motivo abrió las persianas; miró el sol de frente pero no lo sintió; en su lugar percibió el vacío, como si la nada lo habitara de pronto. Desde entonces siempre tuvo frío y se enfundó en camperas enormes.
Así comenzó a hacerse el hábito de vagar por la ciudad siguiendo el sol y, sin percatarse, se dedicó a mirar a la gente común, buscando en sus rostros verdades humanas. Y repitió su rutina por mucho tiempo hasta que, una mañana, el sonar de una alcancía de lata llamó su atención: era un vagabundo que pedía limosna. Solo Clementi sonrió: ese era el primer ser humano real con el que se cruzaba en años; sacó el resto de sus monedas y el tintineo del dinero en la lata –metal golpeando metal– le brindó calor en mucho tiempo.
El muchacho descubrió ese día que no estaba loco y se permitió sentir.
Nunca acabó el bachillerato, es cierto, pero buscando respuestas, comenzó a leer. La biblioteca de la Universidad de Buenos Aires fue quizá el mayor descubrimiento de su vida: además de libros, había siempre allí papel y birome suficientes para sus notas, para escribir sus poemas malos.

8. MIL DÍAS

En pocos años Juan Clementi se volvió un reconocido consultor de empresas y gobiernos, lo que devino en ofertas que le proponían incluso redirigir su conocimiento a la astrofísica. Pero siempre se resistió; siempre hasta que fue seducido por los Yo Robot.
Conocida con muchos nombres a través de los tiempos, se dice que esta logia impuso la vida mecanizada de las sociedades, haciendo que la creatividad de los hombres se consumiera en su deseo enfermizo de poseerlo todo. Fundamentando su influencia en la numerología caldea, los Yo Robot afirmaban que el dinero –simples pedazos de papel- libera vibraciones simbólicas que caen en forma de hechizo en el alma de los mortales, quienes terminan creyendo en su cualidad irreal.
Para perpetuar el maleficio, los Yo Robot han reclutado durante milenios a personas con capacidades algorítmicas superiores, quienes son iniciadas en corrompidos rituales para que su magia se expanda de mano en mano, quedando inmunes sólo algunos elegidos de cada generación, casi siempre artistas, filósofos y gente libre de espíritu.
Juan abrazó el dogma del dinero y se sumergió en lo más profundo de esa tiniebla, pues los Yo Robot, más que riquezas o poder, prometieron enseñarlo a interpretar los sueños. Su cambio fue notorio: comenzó comprándose un auto alemán, pero cuando le propuso a su hermano que se mudara con él a Belgrano, Solo simplemente lo abrazó con todo su amor y lo despidió del pequeño departamento de Tigre.
Sin embargo, nunca perdió de vista su objetivo: después de años de empelar matemáticas discretas para decodificar los símbolos de su pesadilla, una madrugada, casi al alba, Juan Clementi determinó la fecha exacta de su muerte: según sus cálculos, le quedaban mil días de vida.

9. LOS OLVIDADOS

Depresivo desde los tiempos del colegio, Solo Clementi recayó luego de que su hermano se mudara a Belgrano. Sufrió media docena de crisis severas y, con la cocaína a ratos, se le aceleraba la tristeza.
Y fue al despertar de una noche difícil en terapia intensiva que percibió la contradicción de las emociones impuestas: la miseria de poseer en vez de crear, la necedad de demostrar sin exponerse, el deseo enfermizo por pertenecer y negarse a razonar por fin se le habían revelado. Se sintió enfermo, fragmentado. La nada, otra vez, se apoderaba de él. De esta forma, sin saberlo, se supo artista.
El despertar de La Nueva Ola llegó justo a tiempo, pues Solo Clementi se dedicó a digerir todo el material que caía en sus manos. Y no pasó mucho tiempo para que, con más entusiasmo que talento, formara una banda al lado de un vecino de Tigre y de un estudiante de Ingeniería a quien había conocido en la biblioteca. Se bautizaron “Los Olvidados” y sobre la marcha aprendieron a tocar sus instrumentos. Apenas un par de meses después, tocando poco y nada, Los Olvidados tuvieron su primera presentación en un local subte de Buenos Aires.
Pese a su semblante lóbrego, ayudado casi siempre con laguna substancia, Solo Clementi había encontrado en el rock un pretexto intenso e inobjetable para continuar viviendo.

*Los capítulos 1, 2 y 3 pueden verse en la siguiente publicación: Click aquí

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