Artista

Ismael Serrano

UN LUGAR SOÑADO - CD I - (CD + DVD)

2008

6 PENÉLOPE ESPERA EN PEUMAYÉN (HISTORIA)

En una ciudad portuaria como Peumayén, se podrán imaginar, las leyendas están en todas partes. Leyendas de monstruos marinos que devoran a navegantes, o que los salvan. Leyendas de amantes que se ahogaron nadando hacia el futuro. Leyendas de buques fantasma condenados por su ambición. Y cómo no también, inevitablemente, leyendas de despedidas.
La protagonista de esta leyenda, de esta despedida, se llamaba, cómo no, Penélope. No sé si él se llamaba Ulises. Y ella despidió a su amado, no muy lejos de aquí, en la costa, agitando el pañuelo blanco del desconsuelo, viendo cómo el horizonte consumía, a lo lejos, las velas del barco en que viajaba el hombre de su vida.
Él, antes de marchar le dijo a ella: “Amor mío, tengo que partir. Nuevos horizontes me esperan. Allá donde el mar y el cielo juntan sus labios. Tesoros escondidos en el fondo de un cofre enterrado en una playa que no aparece en ningún mapa; en lejanos acantilados donde el mar susurra mi nombre a golpe de ola. Amor, me tengo que marchar, pero espérame. Espérame, porque… espérame. Regresaré, sí, seremos los mismos, pero con la certeza de haber emprendido el viaje que anunciaban las sirenas, con la certeza de haber asumido el reto de estar vivo. Adiós”.
Se dieron un largo beso de película y él se subió a su velero, y se fue.
Y Penélope se quedó esperando, día tras día, mes tras mes, apretando el pañuelo blanco del desconsuelo contra el pecho, soñando ser fanal que atrajera a su amante. Con los ojos heridos por el salitre, y el alma roja por los sargazos, mirando el lejano horizonte, tratando de adivinar la silueta de un barco lejano que le trajera de vuelta a su hombre.
Total que esperó muchísimo la mujer, y nosotros aquí en Peumayén solíamos acercarnos a ella para hacerle más llevadera la espera. Le dábamos conversación y le contábamos cualquier chisme de aquí para hacerle más llevadera la espera; sobre todo para apartar su mirada del horizonte lejano y traerla de vuelta hasta nosotros. Y le decíamos cualquier cosa, que si no sé quién se enrolla con no sé cuál, pero por lo general no hacía ni caso, seguía empeñada en buscar aquel velero, la silueta lejana de un barco que le trajera de vuelta a su vida.
Estaba una tarde ella, como tantas otras, en la playa, con los pies enterrados en la arena, la arena que vertió su reloj de tanto esperar. De nuevo, sólo sonaba el leve rumor del mar, el viejo faro de Peumayén empezaba a parpadear, nuestra amiga la gaviota cruzaba el cielo naranja. Penélope divisaba el horizonte tratando de encontrar su velero, esperando y esperando y, mientras, haciendo repaso de lo vivido, Penélope reflexionaba, tratando de llegar quizás a alguna conclusión, haciendo repaso de los caminos tomados, de las decisiones tomadas, y Penélope se dijo a sí misma: “Hasta aquí hemos llegado, yo ya no espero más. Qué voy a estar toda la vida esperando? Se marchó a buscar nuevos horizontes, y no supo encontrarlos en la curva de mi espalda. Se marchó a buscar un tesoro, qué se fue, A madrid? Llevan toda la puñetera vida buscándolo. Yo me voy”.
Y efectivamente, al día siguiente, Penélope dejó Peumayén. Teníais que verla, de camino al autobús que le sacaba de la ciudad, con una sonrisa que no le cabía en la cara, y nosotros le decíamos: “Hasta pronto, Penélope”.
Y ella decía: “Hasta nunca, chaval”.
Y se fue para un pueblo del interior, que el salitre y los sargazos ya le habían jodido suficientemente la salud. Y pronto encontró trabajo como taquillera en un viejo cine de barrio, y le va bien. Ahora anda en amores con el muchacho que trabaja en el proyector. Y es feliz. No solamente porque el muchacho que trabaja en el proyector tiene 15 años menos que ella, que todo influye. Le van bien las cosas, del tipo que se marchó en su barco no hemos vuelto a saber nada, por lo menos aquí en Peumayén.
Penélope piensa en él? Sí. Algunas tardes de invierno cuando duelen esas viejas heridas que parecen no cicatrizar nunca y cuando en la pantalla de su cine aparece un barco zarandeado por un mar embravecido, entonces, Penélope, como en aquella ocasión, hace repaso de lo andado, de las decisiones tomadas, de los caminos desechados, trata de llegar a alguna conclusión y se dice: "Pobre tipo, no sabe lo que se perdió".