Artista

Joaquín Sabina

LO NIEGO TODO

2017

6 LENINGRADO

Me doctoré en tus labios de ocasión,
en una sórdida pensión de Leningrado,
sin pasaporte y fuera de la ley
pero borracho, como un rey desheredado.

Cincuenta rublos era un potosí,
y tu desnudo un maniquí de grana y oro.
Nos dieron llaves de la suite nupcial,
que era un cuartucho de hospital sin inodoro.

Nos quedaba para un vodka con limón
y un tostón del menchevique de la esquina;
cuando agonizó el palique, qué ansiedad,
te empecé a desabrochar la gabardina.

No era fácil en la Unión Soviética
ir por condones a recepción,
a años luz de la rutina
anidó una golondrina en mi balcón.

No sé qué nos pasó ni cómo fue
que nos cruzáramos aquella noche loca;
balbuceamos cursiladas todo a cien
y rodamos descosiéndonos la boca.

Nos matábamos de ganas de vivir
sobreactuando el vodevil de la bohemia.
No dormir era más dulce que soñar
y, envejecer con dignidad, una blasfemia.

Tú con boina, yo con barba, viva el Che,
recién conversos a la fe del hombre nuevo.
No había caído el Muro de Berlín,
ni reventado el polvorín de Sarajevo.

Porque la revolución
tenía un Talón de Aquiles al portador

y, flotando entre las ruinas,
enviudó una golondrina en mi balcón.

Ayer salías, morena, de un café,
ya casi medio siglo que no te veía.
Eras rubia, si no recuerdo mal, dije y,
mintiendo, estás más guapa todavía.

Me aceptaste una cerveza sin alcohol,
se nos había muerto el sol en los tejados,
funerales y, con nada que decir,
vi en tus pupilas un añil mal dibujado.

No sé por qué sigo escribiendo esta canción,
pero me sangra el corazón cuando lo hurgo.
Supe que te casaste con un juez
y Leningrado es otra vez San Petersburgo.

Ni siquiera comentamos si quedamos,
pásame tu dirección,
y de vuelta a la oficina
se estrelló una golondrina en mi balcón.

Porque la revolución tenía
un Talón de Aquiles al portador
y, flotando entre las ruinas,
enviudó una golondrina en mi balcón.