Artista

Los Fabulosos Cadillacs

SOLO Y JUAN... CAP. 4, 5 Y 6

"La Salvación de Solo y Juan" es el cuento que incluye el nuevo álbum de Los Fabulosos Cadillacs.

LA SALVACIÓN DE SOLO Y JUAN



4. PASADIZOS SECRETOS

Un domingo, hacia el final del verano, los hermanos Clementi jugaban en lo alto de los Acantilados de la Bestia y, mientras Solo hacía su acostumbrada búsqueda de pasadizos secretos en la pared exterior del Faro Artiglio, Juan siguió el vuelo de un insecto hasta una camelia; y allí, en las hojas mismas del arbusto, encontró cuantías numéricas esperando ser interpretadas.
No se sabe qué fue lo que Juan entendió de aquel código, pero entonces miró un par de nubes solitarias que, desde el mar, parecían dirigirse hacia él; y fue cuando las tuvo sobre la cabeza que percibió patrones perfectamente definidos en sus formas, los cuales decodificó de manera automática en números interpretables.
El tiempo dejó de tener sentido para Juan y, mucho después de que las nubecillas se habían disipado, su hermano se acercó corriendo.
-¡Parece que ahora sí! –exclamó Solo emocionado- ¡Juan! ¡Ahora sí encontré el pasadizo! Pero Juan no estaba más allí.
-Las nubes dicen que puedo leer los sueños... –susurró.
Desde esa misma noche Juan buscó números en sus sueños, aunque pronto comprendió que en los sueños no existen las letras ni los números; entonces intentó identificar símbolos y patrones, que para él eran traducibles a lenguaje matemático.

5. BAILANDO CON LE DIABLO

Convertido en anciano desde hacía mucho, con sus hijos entrando a la adolescencia, don Averno Clementi se fue aislando en los niveles más altos de la torre, donde la desolación de su rostro se extendió muy rápido a sus manos y a sus piernas. Su alma se consumió de tal forma, que incluso renunció a su espantoso ritual, o al menos eso pensaron sus hijos: una tarde, con los vientos del Sur presagiando la tormenta, el viejo decidió que era buen momento para limpiar las lentes de Fresnel; realizó su tarea con delicada paciencia y fue hasta muy noche que encendió el Faro Artiglio.
Solo encontró su cadáver la mañana siguiente; no lo tocó, pero se acercó lo suficiente para nunca olvidar a su padre muerto: el rostro y la mano izquierda del viejo parecían hechos de arena, mientra su cuerpo, calcinado desde dentro, acusaba unos huesos flácidos bajo la campera. Los dedos carbonizados revelaban que el rayo había entrado por la mano derecha y salido por el pie izquierdo, con la suela de la bota destrozada hacia le piso. El hombre que durante tantos años encendió el Faro Artiglio, había bailado al fin con el diablo.
El muchacho bajó corriendo las escaleras, pero no dijo nada; en su lugar buscó lápiz y papel, y comenzó a dibujar. Fue después del mediodía que Juan pasó a su lado y sea asomó a lo que hacía.
-¿Qué son esos manchones? –preguntó sin sospechar que su hermano intentaba dibujar la textura de arena de la piel calcinada de don Averno Clementi.
-Papá murió –respondió Solo y hasta entonces se quebró.
La pérdida fue para ambos, pero de los hermanos Clementi fue Solo quien lloró al viejo; durante años intentó dibujar la textura perfecta sin conseguirlo, hasta que decidió dejar la hoja en blanco, logrando una verdad absoluta.
Juan, por su parte, con la ausencia verdadera del padre, fue que realmente lo conoció: el viejo comenzó a visitarlo en su forma espectral. No volvieron a hablarse, pero el pibe había aprendido muy bien a reconocer sus gestos y sus señas. Así, cuando de pronto despertaba con la aparición a los pies de la cama, simplemente lo miraba y, sin hablar, comenzó a entablar todos esos diálogos que jamás sostuvieron. Fue de esta forma que el espectro de don Averno Clementi le sugirió estudiar los códigos de la numerología en su beneficio.

6. HUESOS ROTOS Y HEMORRAGIAS INTERNAS

Menos de un mes después de esparcir las cenizas de su padre desde lo alto de los Acantilados de la Bestia, el mismo empleado del Servicio de Hidrografía Naval que los asistió con el funeral, les notificó a los hermanos Clementi que debían desalojar la torre: el Faro Artiglio fue desmantelado de sus lentes de Fresnel y jampas volvió a brillar.
Los chicos se mudaron a la Capital, a lo de una prima lejana de su madre, pero además de brindarles su techo, la tía tampoco miró jamás por los chicos. Sin educación formal y teniendo que velar por su hermano, Juan Clementi trabajó donde pudo, hasta que luego de un par de años, por casualidad, llegó a las mesas de dinero, donde comenzó a destacar por su habilidad innata y muy pronto su prestigio trascendió las esferas financieras. El costo de esa carrera en ascenso fue su sensibilidad, pues se volvió frío, pragmático, casi indolente.
Por ese tiempo comenzó a tener una pesadilla recurrente: mientras surca una ruta oscura, quien maneja pierde el control y el auto se desbarata en violentísimas piruetas. Con el dolor de huesos rotos y hemorragias internas, Juan sufrió muchas veces su propia agonía; al final del sueño, sin embargo, experimenta una sensación de paz absoluta mientras se desprende de su cuerpo.
Noches enteras dedicó Juan a analizar su pesadilla que, cargada de símbolos y mensajes encriptados, le obsesionaría por años, pues comprendió que al descifrarlos conocería la fecha exacta de su muerte.

*Los capítulos 1, 2 y 3 pueden verse en la siguiente publicación:
Click aquí