La Sandunguera

Se anunció, y llegó. Entró sin pedir permiso y todo lo trastocó.
Sin saber, yo, bien qué hacer, porque ése no era el momento
y tenía miedo de perder.
Yo, que a triunfar, cada minuto había consagrado,
que tenía mi futuro tan bien planificado.
Pero no. Irrumpió, derribó. Su arrolladora dulzura tan pronto me desarmó.
Nunca vi tan poderosa fragilidad.
Qué feroz, qué inoportuna, llegó la felicidad.

Donde no llega el dinero, donde no cuenta el reloj.
Y te habla una voz profunda: gemido, llanto y calor.
Y le hace a tu corazón cantar y cantar.

Milagrosa mujer la que te trajo a mis brazos para hacerme renacer.
Y el ayer, no, no importó. Fue como un rayo tu llanto que mi alma iluminó.
Mi inesperado tesoro: llegaste para calmar mis ambiciones, mis penas,
poner todo en su lugar.
A veces sólo nos queda aprender de las heridas.
Pero esta vez a mí me enseño tu amor: yo le agradezco a la vida.

Sorpresas da la vida que llenan el corazón de irresistible alegría.

Ay! Qué sacudida cuando llegaste, se derrumbó mi teoría.
Fuiste tan sutil, tan decidida, qué pronto me enamoraste!

Y es que parecía imposible pero no, todo cambió.
Voy orgulloso y sin prisa y tu risa es mi combustible.

Yo no sé si sabía, yo no sé si quería. Pero aquel día encontré un diamante
y ya nada fue como antes.

Sorpresas, sorpresas son.
Se me alborota el corazón y me da vueltas la cabeza.